lunes, 16 de enero de 2017

El Realismo: lectura de la palabra y lectura del mundo

¿Qué sentido tiene revisitar en las aulas de Secundaria la literatura del Realismo? ¿En qué medida sus textos pueden contribuir a la educación literaria en la adolescencia? ¿Cuál es el legado de este movimiento literario a las nuevas generaciones?  

Dos son al menos las razones para volver los ojos a los artistas y novelistas de la segunda mitad del siglo XIX: por una parte, para dar a conocer un puñado de obras extraordinarias que forman parte de la biblioteca colectiva de la Humanidad; por otra, para disfrutar con pequeñas calas y contribuir con ellas a educar nuestra mirada: una mirada que ha de educarse no solo en el cómo sino también en el qué, una mirada secuestrada hoy por el vértigo y la prisa y por las infinitas mediaciones que nos imponen incluso qué debe ser mirado y qué desdeñado u olvidado. 

Este doble viaje -el de llevar a los estudiantes al horizonte de las obras y el de traer las obras a nuestro horizonte- es el que ha vertebrado el diseño de la secuencia didáctica que ahora emprendemos.


  • En el horizonte de las obras. Del Realismo podemos rescatar un puñado de obras valiosas; obras que, ciertamente, quedan aún lejos del horizonte lector de los adolescentes -de su competencia lectora y literaria y de su experiencia vital-, pero de las que debemos dar noticia en la esperanza de que pasen a formar parte de esa biblioteca personal constituida, en palabras de Italo Calvino, tanto por los libros que ya hemos leído como por aquellos que tenemos "pendientes", aquellos que algún día leeremos. Una de las responsabilidades de la escuela es, sin duda, educar el criterio de selección, ofrecer una brújula que permita orientarse también en el futuro con criterio propio  más allá de las presiones del mercado.  

    Para esta breve y ligera incursión en el territorio de la novela decimonónica habremos de valernos, claro está, de fragmentos cuidadosamente seleccionados. Dicha selección debería responder no al propósito escolar de cubrir todos los rincones del programa, de ejemplificar todos y cada uno de los rasgos de la literatura realista, sino a la voluntad de atrapar y conectar con los jóvenes lectores, de suscitar el deseo de conocer más a fondo las obras a que pertenecen. Junto al valor de estas pequeñas antologías no debemos desdeñar tampoco el valor de las adaptaciones: adaptaciones literarias o incluso adaptaciones cinematográficas.

  • En nuestro horizonte. El arte del  Realismo puede contribuir hoy -precisamente hoy- a la educación de nuestra mirada: una mirada acelerada y frenética, que salta de objeto en objeto y de pantalla en pantalla, y que ha olvidado el valor del tiempo -del tiempo detenido, queremos decir-. Una mirada que mira lo que gusta y desdeña lo que le incomoda, le interpela o le escuece. Frente a ello, la aproximación a algunas obras del Realismo puede ayudarnos a ligar, ahora más que nunca, la lectura de la palabra y la lectura del mundo. De los artistas del Realismo suele decirse que fotografían la realidad con sus pinceles o sus palabras, pero no debemos obviar que el lugar en que uno sitúa su espejo o su cámara es ya un emplazamiento moral. Y son muchos los hombres y mujeres de la segunda mitad del siglo XIX que volvieron los ojos hacia el sufrimiento, la miseria, la explotación de los más desfavorecidos.  De ahí que en esta ocasión la selección de fragmentos y de cuadros venga impulsada también por el deseo de estimular esa doble lectura de la palabra y del mundo. Pretendemos que chicas y chicos se conviertan al término de la secuencia en fotoperiodistas: artistas que han elegido fijar su mirada y su cámara en algún rincón de nuestra realidad circundante con el propósito de invitarnos a reparar en él, y que glosan después con palabras ese preciso encuadre -y lo trascienden- para llevarnos a lectores y observadores un poco más lejos. 
El proyecto de trabajo a que está orientada esta secuencia es, por tanto, la organización de una exposición colectiva de imágenes y textos: una tarea para la que es imprescindible aprender de la manera de mirar de los artistas del Realismo, así como de la manera de escribir de autores como Galdós, Clarín, Pardo Bazán, Zola o Dickens. Es en este punto -el de leer para escribir- donde cobran especial relevancia algunas de las técnicas narrativas propias del Realismo: desde la pormenorizada descripción de ambientes y personajes al monólogo interior o el estilo indirecto libre.


En este viaje de ida y vuelta el recorrido que nos disponemos a emprender tiene por tanto cuatro hilos que se entrecruzan:
  • En primer lugar, la lectura detenida y comentada en el aula de algunos fragmentos literarios (acompañada y estimulada por pequeños proyectos de escritura creativa), así como el visionado conjunto de algunos fragmentos de adaptaciones cinematográficas de obras del XIX: Oliver Twist y Germinal.
  • En segundo lugar, la lectura en contrapunto de textos de ayer y textos de hoy (documentales audiovisuales, noticias periodísticas, etc.).
  • En tercer lugar, la preparación de la exposición que hemos denominado "Fotoperiodistas".
  • Por último, la celebración de una serie de mesas redondas en torno algún tema de los surgidos a lo largo del recorrido y que anticipamos parcialmente en esta serie de imágenes:




Albert Anker. Anciana calentándose.
Daumier: El vagón de tercera clase








No obstante, confiamos en que más pronto que tarde sea posible una nueva concepción curricular que rompa la tradicional asignaturización y favorezca el abordaje interdisciplinar de cuestiones esenciales en cuya lectura y reescritura tanto tienen que aportar la literatura y las artes.

 

1 comentario:

  1. Es un tema muy interesante. Me gusta la comparación fotográfica de los cuadros con los temas de los libros.

    ResponderEliminar